La dificultad para acceder a una vivienda en España ha alcanzado uno de los niveles más altos de los últimos años. El esfuerzo financiero necesario para comprar se sitúa alrededor del 24% de los ingresos y el del alquiler en torno al 36-38%, según los datos publicados por idealista en 2025. Para muchos jóvenes, la situación es aún más compleja: diversos estudios estiman que el alquiler puede llegar a consumir cerca del 90% de su salario medio, lo que explica que la emancipación juvenil se mueva en cifras históricamente bajas. Incluso adquirir una vivienda sin sobreendeudarse exige ingresos superiores a los 32.000 euros brutos anuales, un nivel fuera del alcance de casi la mitad de los trabajadores españoles.
En paralelo, la oferta sigue siendo insuficiente y que la financiación tradicional, no es capaz por sí sola de absorber la demanda creciente de crédito inmobiliario. Aquí es donde el pequeño ahorrador ha adquirido un protagonismo inesperado.
Durante los últimos años, invertir en inmobiliario sin adquirir una vivienda completa se ha convertido en una alternativa real. Según datos difundidos por Civislend, casi el 20% de los españoles manifestaba en 2024 su intención de invertir en sector inmobiliario, mientras que alrededor del 59% de quienes ya habían invertido repetían en nuevos proyectos, lo que demuestra el alto grado de satisfacción con este tipo de financiación. Este interés coincide con otra tendencia significativa: una gran parte de la población planea ahorrar pequeñas cantidades periódicas —en torno a 250 euros mensuales—, lo que encaja perfectamente con modelos de inversión accesibles y escalables. Además de ahorrar, tu dinero va generando una rentabilidad.
El crowdlending inmobiliario se ha consolidado como una herramienta que permite unir esas dos realidades: la necesidad de más vivienda y la capacidad creciente de pequeños inversores para financiarla. En este modelo, muchos particulares prestan dinero a un promotor para un proyecto concreto a cambio de un tipo de interés fijo. Las plataformas, como la nuestra, están reguladas bajo el Reglamento (UE) 2020/1503 y supervisadas por la CNMV. Este marco regulatorio ha permitido que el sector crezca con fuerza y se convierta en un complemento relevante a la financiación bancaria tradicional.
El peso de la financiación alternativa es ya considerable. En 2024, la inversión total en promoción inmobiliaria alcanzó los 35.000 millones de euros, y alrededor del 30-32% de ese volumen procedió de financiadores alternativos, lo que equivale a más de 11.000 millones de euros. Además, se estima que la financiación participativa —incluyendo crowdlending y crowdfunding inmobiliario— aportará hasta 1.000 millones de euros en los próximos años, consolidando su papel en el ecosistema financiero español.
En ese contexto, Civislend se ha posicionado como la plataforma líder en deuda al promotor del país. Permite invertir desde 250 euros en proyectoscon garantías reales, la mayoría con garantía hipotecaria de primer rango. Solo en el primer semestre de 2025, Civislend financió más de 62 millones de euros en 26 proyectos, alcanzando una rentabilidad media anual del 11,31% y superando los 200 millones acumulados desde su lanzamiento. En el primer trimestre de ese mismo año ya había financiado 32,7 millones, un 71% más que el año anterior.
Uno de los ejemplos más representativos del impacto del pequeño ahorrador es el desarrollo del co-living en España. Civislend ha canalizado más de 4,2 millones de euros en proyectos de este tipo en Madrid y Valencia, contribuyendo a la creación de 370 unidades habitacionales orientadas a jóvenes profesionales y nómadas urbanos. Estos proyectos ofrecen una rentabilidad media del 11,5% anual y plazos entre 15 y 18 meses, lo que los hace especialmente atractivos para inversores particulares.
La aportación del pequeño ahorrador tiene además un efecto directo en el mercado. La mayor parte de los proyectos financiados mediante crowdlending se concentran en zonas con fuerte demanda residencial —Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, Baleares—, donde el esfuerzo para alquilar y comprar es más elevado. Cada aportación, por pequeña que sea, contribuye a que promociones viables obtengan financiación, avancen en sus fases de desarrollo y terminen generando más oferta de vivienda.
Este fenómeno representa un cambio cultural importante. Tradicionalmente, invertir en ladrillo implicaba comprar una vivienda completa. Hoy, gracias a plataformas como Civislend, cualquier persona puede participar en la financiación de un proyecto inmobiliario real con pequeñas cantidades, sin necesidad de gestionar alquileres ni hipotecas y obtener una rentabilidad a cambio de prestar su dinero al promotor, normalmente de 15 meses de media.
El resultado es claro: el pequeño ahorrador ya no es un actor pasivo en el mercado inmobiliario español. Es un impulsor directo de la vivienda. Cada inversión suma a un proyecto que termina convertido en hogares reales. En un país donde el acceso a la vivienda es uno de los mayores retos sociales y económicos, esta democratización de la financiación es, sin duda, una de las transformaciones más relevantes de la última década.