En España, hablar de vivienda es hablar inevitablemente de hipotecas. La gran mayoría de familias que compran una casa lo hacen acudiendo a financiación bancaria: en 2023, el 75 % de las compraventas de viviendas se realizaron con hipoteca, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2024). La hipoteca ha sido, durante décadas, la puerta de entrada a la propiedad, pero también un factor de vulnerabilidad, ya que el endeudamiento a largo plazo depende directamente de los tipos de interés y de la política crediticia de la banca.
El encarecimiento de las hipotecas en los últimos dos años ha tenido un doble efecto. Por un lado, ha reducido la capacidad de compra de los hogares, al aumentar las cuotas mensuales y exigir mayores ingresos para acceder a una vivienda en propiedad. Por otro, ha frenado el ritmo de concesión de créditos: en 2023, el número de hipotecas constituidas sobre viviendas cayó un 18,6 % respecto al año anterior (INE, 2024). Este escenario refleja una paradoja: la demanda de vivienda sigue siendo muy alta, sobre todo en las grandes ciudades, pero las familias encuentran crecientes dificultades para financiar su adquisición.
Dentro de esta falta de vivienda, el crowdlending inmobiliario aparece como un actor clave, porque permite financiar a los promotores para que los proyectos se construyan y lleguen al mercado. Si se construye más vivienda, la oferta aumenta y los precios tienden a moderarse, lo que contribuye a aliviar la presión existente. Pero su papel no se limita a impulsar nuevas promociones: también abre una puerta al inversor particular. En un contexto en el que la vivienda en propiedad resulta cada vez más cara, quienes antes veían la compra, reforma y alquiler o venta como una inversión rentable —históricamente en torno al 7 %— encuentran en el crowdlending una alternativa: participar en el mercado inmobiliario sin necesidad de adquirir directamente una vivienda, sino a través de la financiación colectiva de los proyectos.
A través de este modelo de inversión inmobiliaria, y para los que no pueden entrar a través de hipoteca o con capital propio, pueden participar en la financiación de proyectos inmobiliarios con importes reducidos, y obteniendo rentabilidades medias de entre el 9 y el 12 % anual. El mecanismo es sencillo: los inversores prestan dinero a un promotor para comprar el suelo, construir o rehabilitar viviendas, y este lo devuelve con intereses, en un plazo inicialmente pactado. Además de contribuir a la creación de vivienda, el crowdlending inmobiliario se ha consolidado como una fórmula muy interesante para diversificar una cartera de inversiones: se puede acceder desde 250 euros, obtener rentabilidades de doble dígito en plazos reducidos —en torno a 15 meses— y formar parte de una estrategia de inversión equilibrada que combine riesgo y retorno.
En un contexto de escasez de oferta y de endurecimiento de la financiación bancaria, el crowdlending es un complemento esencial para que el ciclo inmobiliario siga funcionando, ayudando al acceso a la vivienda. Por tanto, cuanta más vivienda, más oferta, y por tanto, el balance entre demanda y oferta se va equilibrando, lo que permitiría reducir las barreras de acceso a la hipoteca.
En este ámbito destaca Civislend, plataforma líder en España en deuda inmobiliaria, o crowdlending. Su modelo conecta directamente la inversión de particulares con proyectos inmobiliarios de promotores previamente analizados, ofreciendo a los inversores la posibilidad de participar en promociones residenciales de forma diversificada y con rentabilidades de doble dígito. De esta forma, Civislend no solo amplía las opciones de inversión, sino que contribuye a dinamizar la oferta de viviendas en un momento en que la financiación bancaria resulta insuficiente.
La relación entre ambas realidades es más estrecha de lo que parece. Mientras la hipoteca de un hogar es una deuda a largo plazo para acceder a una vivienda concreta, el crowdlending inmobiliario se convierte en una fuente de financiación alternativa que permite que esas viviendas existan en el mercado. En un contexto en el que la banca endurece las condiciones para los promotores, plataformas como Civislend cubren parte del hueco, facilitando que proyectos residenciales salgan adelante y que, posteriormente, los compradores puedan acceder a ellos mediante hipotecas. Así, de manera indirecta, el crowdlending contribuye a ampliar la oferta de vivienda y a aliviar la presión sobre el mercado.
Además, mientras las hipotecas condicionan a las familias durante décadas, el Civislend ofrece a los inversores horizontes temporales más cortos, generalmente de entre 15 meses. Esta diferencia temporal es relevante: para un hogar, la hipoteca representa un compromiso vital a largo plazo; para el inversor, el crowdlending es un instrumento de diversificación a medio plazo con retornos superiores a los de la renta fija tradicional.
El vínculo entre ambos mundos se aprecia también en el impacto macroeconómico. Una subida de tipos hipotecarios reduce la capacidad de compra de las familias, pero al mismo tiempo puede hacer más atractiva la inversión en crowdlending para quienes buscan rentabilidades que compensen la pérdida de poder adquisitivo de sus ahorros. A su vez, la ralentización de la concesión de hipotecas frena las ventas de vivienda, lo que incrementa la necesidad de los promotores de contar con liquidez alternativa para mantener sus proyectos viables.
En conclusión, las hipotecas y el crowdlending inmobiliario son dos caras del mismo ecosistema: las primeras permiten a los hogares acceder a la vivienda, mientras que el segundo facilita la financiación de los proyectos que ponen esas viviendas en el mercado.
En este sentido, Civislend se posiciona como un puente entre los dos mundos: facilita a los promotores el acceso a capital que no consiguen en la banca y, al mismo tiempo, ofrece a los inversores particulares la posibilidad de diversificar en proyectos sólidos con garantías hipotecarias. Gracias a este modelo, la plataforma no solo democratiza la inversión inmobiliaria, sino que se convierte en una pieza clave para que nuevas viviendas lleguen al mercado y las familias puedan adquirirlas después mediante hipotecas tradicionales.