En plena época navideña, nuestro bolsillo camina por la cuerda floja debido a los desembolsos extra que traen consigo estas fechas. Según la encuesta publicada por el Observatorio Cetelem, el gasto de los españoles esta Navidad se incrementará un 8%, desde los 531 euros de 2021 hasta los 574 euros previstos para el presente año. Muchos consideran que los regalos y las comidas con familiares y amigos bien merecen un pequeño esfuerzo financiero. Sin embargo, habrá personas a las que les costará gastar el dinero, y mucho más, plantearse comenzar a invertir. Cuando no se atraviesa el mejor de los momentos económicos es entendible, pero hay quien no lo hace no porque ande falto de fondos o sea algo rácano, sino porque realmente sufre haciéndolo. Este miedo irracional tiene por nombre crometofobia.

¿Qué es la crometofobia?

La crometofobia es una aversión que hace que los que la padecen consideren el acto de hacer frente a cualquier tipo de pago un peligro real, condicionándoles enormemente hasta el punto de complicarles la tarea de tener una vida normal. De hecho, la respuesta fisiológica no es una cuestión menor, pues abarca desde dificultad para respirar, sudoración y dolor muscular hasta subida de la tensión arterial, taquicardias y náuseas. La salud mental de los aquejados de esta fobia específica se ve mermada con insomnio, cuadros depresivos, ansiedad y alteración del estado de ánimo. Las relaciones sociales también se ven afectadas, dado que los que temen gastar dinero abrazan el aislamiento.

El miedo se acaba interiorizando tanto que acabamos por ver el dinero como algo absolutamente negativo, por lo que al final se acaba perdiendo el control y cayendo en una espiral incompatible con el día a día. En un mundo en el que el intercambio de bienes y servicios está condicionado a las transacciones monetarias, los que viven esta fobia de un modo extremo no lo tienen nada fácil, ya que el rechazo se extiende de la inversión o los caprichos como viajes o entradas para el cine a gastos básicos como la comida o las facturas de los suministros.

¿Cómo afrontar el miedo a gastar dinero?

Los episodios severos de crometofobia son muy raros, pero aunque sea sin llegar a esos niveles, todos conocemos a alguien (incluso nosotros mismos) que ha atravesado una fase en las que la restricción del gasto se ha convertido en obsesión. Es difícil darse cuenta que la pérdida de poder adquisitivo de los ahorradores es mucho más real. El tratamiento implica diferentes tácticas encaminadas a reconciliarnos con el dinero y aceptarlo como un aliado, no como un enemigo. En función del grado de gravedad, incluso sería necesaria la ayuda profesional.

Conocer el origen

Un estudio de 2010 de los investigadores de Martino y Camerer, del Instituto de Tecnología de California, vinculó este rechazo a la pérdida de dinero a la amígdala, el conjunto de neuronas situado en el lóbulo temporal del cerebro responsable de activar el sentido de la precaución ante una pérdida económica. Pero los desencadenantes de una respuesta desmedida ante el gasto pueden estar también en una experiencia traumática, como por ejemplo, haber sido atracado al retirar efectivo de un cajero automático o haber sido testigo siendo pequeño de como tus padres perdían la casa en la que vivían por no poder pagar las cuotas de la hipoteca.

Otra posibilidad tiene que ver los factores ambientales, dado que es posible que se haya asimilado esta conducta tan inusual por la convivencia o el trato con alguien muy cercano. Si hemos pasado mucho tiempo rodeados de personas cuya contención respecto al gasto rozaba la tacañería lo más seguro es que adoptemos la misma postura. Saber de dónde viene ese disgusto por abrir el monedero, abre las puertas de un mejor conocimiento de nosotros mismos.

Empezar por gastos pequeños

Las técnicas de exposición promueven ir confrontando al paciente a sus temores. La idea es ir ganando en tolerancia a medida que nos exponemos más. Con el tiempo, la angustia irá desapareciendo. En ocasiones, el empeño por ahorrar más cantidad y más rápido adquiere tal dimensión que nos olvidamos de que el dinero también sirve para darnos alguna que otra recompensa. Debemos estar tranquilos, ya que no pasaremos del recato financiero absoluto a las compras compulsivas. La escala de grises es muy amplia. En el capítulo de las inversiones, la idea de que es necesario gastar una suma importante nos vuelve reacios, pero oportunidades como el crowdfunding inmobiliario que promueve CIVISLEND tienen una barrera de entrada muy pequeña, facilitando la democratización de la inversión.

Aprender a gestionar las emociones

Para lograr aliviar el malestar, es importante dejar de darle vueltas a los pensamientos negativos. Existen multitud de fórmulas encaminadas a buscar la relajación, desde el yoga al mindfulness. La respiración consciente nos devuelve la habilidad de coger las riendas y evitar ponernos nerviosos sin motivo. El objetivo es darle a las cosas la importancia que se merecen, e incluso conseguir relativizar, sacándonos de ese lugar en el que estamos enquistados con nuestros problemas y poniéndonos en la senda de la búsqueda de soluciones. Para lograrlo hay que tomar distancia y aprender a ser más racional. Las noticias sobre inversiones que salen mal tienen un gran alcance, pero lo habitual es que una buena estrategia logre optimizar el ahorro.

Mantener una buena salud financiera

Nadie nace aprendido. Seguro que no es la primera vez que lees esta frase, y eso es porque encierra una gran verdad. Desarrollar una relación fluida con el dinero pasa necesariamente por entender qué son las finanzas y cómo administrarlas de la manera más eficiente. Una buena salud financiera es fruto del aprendizaje, y esto implica pasar por el método del ensayo-error. La posibilidad del fracaso existe, también en los perfiles más conservadores, y a veces es necesario transitar por ella para enriquecernos. Hay una frase de Robert Kiyosaki, empresario y autor estadounidense, que resulta muy clarificadora: «Los ganadores no tienen miedo de perder, los perdedores sí lo tienen. Fracasar es parte del proceso del éxito. La gente que evita el fracaso también evita el éxito».