Dentro del mundo de los seguros existen varios mecanismos para saber qué tipo de pólizas ofrecer en cada momento. Uno de ellos es la teoría de la responsabilidad decreciente, que se basa en el cruce de dos variables fundamentales: nuestras obligaciones y nuestro patrimonio. Según vamos alcanzando la edad adulta, vamos adoptando compromisos de pago. Desde la cuota del gimnasio o la del teléfono móvil hasta las letras de un coche o la hipoteca de una casa en propiedad. Igualmente, puede darse el caso de que vivamos en pareja y decidamos formar una familia, y es que, con la llegada de los niños, los gastos aumentan. Es por ello que las responsabilidades estarán por encima de nuestros ahorros. Es cuando se llega a esta etapa cuando debemos sentirnos más protegidos. Este momento vital es muy tenido en cuenta por las compañías aseguradoras, que pondrán todo su empeño en ofrecernos seguros de hogar, de vida, de decesos y otra serie de contratos para que vivamos con tranquilidad y miremos al futuro sin inquietud.

Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, esos compromisos de pago que adquirimos en el pasado se van liquidando. Así, el plazo de amortización de nuestra vivienda habitual llega a su fin y por fin ponemos punto y final al préstamo hipotecario. Al mismo tiempo, los hijos se han hecho mayores, por lo que se emancipan y abandonan el nido para hacer realidad sus planes y llevar una vida independiente. De este modo, vamos cerrando poco a poco cuentas pendientes y nuestra economía se ve recompensada con un aumento en nuestro ahorro y, por tanto, en nuestro patrimonio, dado que se entiende que a medida que la línea de edad avanza, tenemos más ingresos y nuestras inversiones van dando sus frutos. En este sentido, la relación entre nuestros recursos económicos y nuestras cargas es inversamente proporcional. Si hablásemos de contabilidad, se podría decir que cuando llegamos a los 30 el ‘debe’ sería muy elevado y el ‘haber’ más bajo, pero cuando llegamos a los 60, tenemos más activo que pasivo.

El papel de inversión dentro de la teoría de la responsabilidad decreciente

La teoría de la responsabilidad decreciente hace hincapié en el nivel de protección ante imprevistos del que debemos gozar en función de la fase que estemos atravesando. A medida que nuestras responsabilidades financieras se van diluyendo y nuestros ingresos van subiendo, esa necesidad de seguridad va perdiendo peso. Es por ello que la inversión juega un papel esencial en la relación entre nuestras obligaciones y deudas y nuestros derechos y bienes. Muchas personas retrasan su entrada en el mundo de la inversión porque entienden que, con tanto gasto, es mejor no inmovilizar dinero. Este miedo a no disponer de liquidez en caso de que surgiera una situación no esperada hace que gran parte del ahorro que podría estar trabajando por nosotros y generando intereses se quede parado. El primer paso, por tanto, para comenzar a invertir es construir un fondo de emergencia con el que seamos capaces de afrontar cualquier descubierto económico.

La inversión es una acción que debe entrar en nuestro plan de vida, y tal y como dicen los expertos, cuanto antes, mejor. No existe un mínimo de edad para invertir. De hecho, hay voces que recomiendan que, al mismo tiempo que se genera ese colchón para salvar lo imprevisible, es posible ir destinando parte de lo ahorrado a construir una cartera de inversión. La teoría de la responsabilidad decreciente actúa de guía de la inversión, que estaría en el eje del patrimonio. Este conjunto de activos será muy reducido al principio, pero con el tiempo, irá adquiriendo un mayor protagonismo gracias a que la cuantía de las deudas se irá reduciendo hasta casi desaparecer. Por eso es interesante considerar la opción de invertir incluso cuando las responsabilidades económicas están en su punto más alto, porque es la forma que tenemos de que, cuando alcancemos la jubilación, tengamos capital acumulado para disfrutar una vez haya concluida nuestra carrera profesional.

Crowdfunding inmobiliario y la teoría de la responsabilidad decreciente

La teoría de la responsabilidad decreciente es una máxima que todo el mundo experimenta en mayor o menor medida. Al alcanzar la mediana edad, es muy probable que lo que ganemos y lo que gastemos se vaya equilibrando para, poco a poco, ir superando la barrera del gasto y así nuestro patrimonio tome la delantera. No debemos olvidar que buena parte de estas responsabilidades son carreras de fondo, es decir, son inversiones que a largo plazo darán sus frutos. Pensamos en la compra de una vivienda, una de las inversiones con vistas al futuro más habituales en España. Al principio, con un sueldo medio, será difícil porque habrá que planificar un ahorro previo para cubrir la parte que no financia el banco. Después, pasaremos a pagar una cuota mensual que con los años consumirá un porcentaje cada vez menor de nuestro salario porque este se irá incrementando. Cuando ya esté pagada, tendremos el 100% de nuestros ingresos a nuestra disposición, y si hemos hecho los deberes, a este patrimonio habrá que sumarle lo que hemos conseguido por medio de la renta fija y la variable.

El crowdfunding inmobiliario es una poderosa herramienta que nos ayuda a que la teoría de la responsabilidad decreciente sea más leve. Si nos decidimos a apostar por las plataformas de financiación participativa, veremos como en un horizonte temporal no demasiado largo, comenzamos a obtener rendimientos interesantes. El crowdequity dentro del sector inmobiliario nos convertirá en dueños de una parte de un inmueble, lo que se traduciría a una renta de alquiler o en una plusvalía por venta. Igualmente, el crowdlending nos brinda la oportunidad de financiar un proyecto por medio de un préstamo, recibiendo intereses de forma periódica. Ambas modalidades del crowdfunding inmobiliario generan ingresos pasivos que nos ayudan a encarar la inflación y a no perder poder adquisitivo. Hay que entender la teoría de la responsabilidad decreciente como algo inevitable, pero está en nuestras manos buscar soluciones alternativas para que nuestro patrimonio crezca más rápido y nuestras deudas sean más llevaderas.