«El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo». Este proverbio chino refleja perfectamente las consecuencias de la globalización. Así, los casos de coronavirus detectados en Wuhan desataron una pandemia mundial que ocasionó millones de muertos. Más recientemente, la invasión rusa de Ucrania está alterando el sistema energético de todo el Viejo Continente. Estas turbulencias geopolíticas ponen a prueba nuestras finanzas. Una situación tan lejana puede llegar a afectar profundamente a la economía de un país, y por tanto, a nuestros puestos de trabajo y a nuestro poder adquisitivo. Así lo vimos durante el COVID-19 y así lo estamos viendo desde que estalló el conflicto en la Europa Oriental. Ante el estrés financiero que generan imprevistos como estos u otros con raíces más cercanas, como una enfermedad o un cese de negocio fulminante, es importante desarrollar la resiliencia, una capacidad que nos ayuda a sobreponernos ante reveses que no podemos controlar.

¿Qué es la resiliencia financiera?

Adaptarse a los cambios con flexibilidad cuando nuestros ingresos o nuestro patrimonio sufre un vuelco inesperado está en la base de la resiliencia financiera. El secreto para ser más fuerte ante aspectos que dan un giro a nuestra salud económica es mantener un pensamiento positivo y constructivo porque la verdadera fortaleza está en nuestra mente. Debemos convencernos de que un despido o una pérdida de valor de nuestras acciones no es el final de nuestra vida, pero también debemos llegar a estos momentos difíciles con los deberes hechos. La resiliencia financiera es un hábito que se entrena e implica hacer cambios no solo en cómo nos relacionados con el dinero, sino en cómo procesamos e interiorizamos las situaciones inesperadas. La buena noticia es que todos tenemos la oportunidad de ser más resilientes con algo de esfuerzo y poniendo de nuestra parte.

¿Cómo mantener la resiliencia financiera?

Existen una serie de estrategias que deberíamos poner en marcha en previsión de un revés que impacte de forma negativa en nuestro bienestar financiero. De este modo, afrontaremos las consecuencias jugando con ventaja, pues tendremos una resiliencia financiera sólida capaz de dar respuesta a un escenario adverso. Estas cuatro claves te ayudarán a conseguirlo:

Analizar la situación actual

A veces el cambio es fulminante, pero en otras ocasiones, el peligro se ve venir. Saber hasta qué punto puede afectarnos una situación sobrevenida es clave para anticiparse y buscar soluciones. Por ejemplo, la hostelería y el turismo fueron sectores que sufrieron enormemente durante la pandemia, pero hubo gente dedicada a estos negocios que convirtió la crisis en una oportunidad. Con la crisis energética que se está desatando debido a los problemas con el suministro que llega de Rusia, muchos están optando por realizar rehabilitaciones enfocadas en el aislamiento para evitar pérdidas de consumo o instalando paneles solares para minimizar la dependencia hacia las no renovables. Por otro lado, también a nivel nacional pueden aprobarse leyes o haber un cambio de Gobierno que afecte a nuestros intereses. Una visión de conjunto tanto de lo que ocurre dentro de nuestras fronteras como fuera de ellas nos ayuda a prepararnos y que el impacto sea más suave.

Ahorrar más, gastar menos

La planificación financiera no pude seguir siendo una tarea pendiente. Hay que considerar el ahorro una parte fundamental de nuestras finanzas. Algo que afecte de un modo súbito a nuestro bolsillo no puede pillarnos sin un fondo de emergencia al que recurrir mientras recurrimos a un plan que vuelva a poner nuestras finanzas en sintonía. Existen miles de técnicas para ahorrar; solo debes encontrar aquella que mejor se adapte a ti y no caer en el error de que ahorrar poco no merece la pena. Por otro lado, establecer un presupuesto para cuidar de nuestro dinero es vital. No solo debemos erradicar los gastos hormiga, sino valorar opciones que reduzcan las partidas fijas más abultadas. Debemos abandonar la ceguera financiera y tomar conciencia de nuestra capacidad de endeudamiento, haciendo lo posible por librarnos de lo que debemos para poner nuestro dinero a trabajar por nosotros.

Establecer metas de inversión

La estabilidad financiera se consigue cuando se han definido unos objetivos y se diseña la estrategia para cumplirlos. La resiliencia financiera nos lleva a tomar decisiones meditadas, evitando que reaccionemos por impulso en función de lo que ocurra. Para evitar sorpresas desagradables, nada mejor que revisar la cartera de inversiones y realizar algunos ajustes para que sea lo más diversificada posible y un batacazo bursátil no nos arrastre. Igualmente, ante amenazas que puedan desestabilizar nuestras finanzas, poner el foco en inversiones defensivas como la vivienda puede ser una extraordinaria idea. Teniendo claro lo que se quiere lograr y en cuánto tiempo será más sencillo visualizar un futuro tranquilo y seguro, tanto en el ámbito personal como familiar. Sentirse protegido ante lo que pudiera ocurrir eleva los niveles de resiliencia financiera.

Aprendizaje emocional y económico

Manejar tus emociones correctamente es la clave para sobreponerse. Todas las malas rachas acaban en algún momento, así que hay que tener paciencia, mantenerse fiel a los objetivos de ahorro e inversión y no agobiarse con un futuro financiero que todavía no ha llegado imaginando una situación catastrófica. Un desliz financiero es capaz de sumirnos en un estado de desesperación, ansiedad, vergüenza, culpabilidad y toda una serie de sentimientos poco recomendables. Obviamente, no se trata de alegrarse. Es complicado que nuestro cerebro interprete una crisis como una oportunidad en un primer momento, pero debemos despejar la mente para tomar distancia, dejar entrar la luz y ver las cosas en perspectiva. Los tropiezos son lecciones de vida muy valiosas de las que se saca provecho. Esta información sobre lo que hiciste o lo que dejaste de hacer te dirá cómo actuar si se da una situación similar. Por otro lado, para tener un mayor control sobre tu dinero, tendrás que hacer hincapié en la educación financiera. Está demostrado que las personas más vulnerables económicamente son las que menos formación sobre finanzas tienen. Este vacío ha puesto en serios riesgo a familias que en casos de emergencia no han sabido como defenderse.