Todos guardamos en la memoria algún otro cuento con moraleja. Estas fábulas de la infancia envejecen muy bien, dado que su poder didáctico se aplica de generación en generación. Seguro que recuerdas muchas de estas historias, generalmente protagonizadas por animales, en las que, con un lenguaje sencillo, se expone una situación de la que se extrae una lección útil para la vida. En lo que quizá nunca te hayas parado a pensar es que muchas de las enseñanzas que se destilan de estas composiciones literarias pueden abrirnos los ojos en cuestiones de índole económico. De este modo, además de darnos una lección moral, nos trasladan valiosos consejos sobre ahorro e inversión que no deberíamos desestimar. Hemos recopilado algunas de estas perlas de la sabiduría popular y las hemos traducido al lenguaje financiero para que reflexiones sobre si estás tomando las mejores decisiones sobre tu dinero.

La liebre y la tortuga

La liebre se pasaba el día riéndose de la tortuga, haciendo comentarios burlones sobre su extrema lentitud. Un día, la tortuga, harta de que la liebre se riera a su costa, decidió retarla a una carrera. Obviamente, la liebre continuó riéndose, dado que su velocidad estaba fuera de toda duda. Al día siguiente, quedaron en el lugar acordado y, al comenzar la carrera, la liebre salió disparada mientras que la tortuga inició el paso a un ritmo lento, fiel a su naturaleza. Cuando la liebre vio que sacaba una gran ventaja, se tumbó a descansar, confiando plenamente en sus capacidades. El problema fue que se quedó dormida y, cuando se despertó, la tortuga, que fue avanzando despacio pero sin pausa, estaba cruzando la línea de meta.

Moraleja

Si nos llevamos esta historia al mundo de la inversión, la primera conclusión que extraemos es que nunca hay que dar nada por sentado. Cuando pecamos de exceso de confianza, como la liebre, estamos cayendo en la trampa de uno de los sesgos cognitivos más peligrosos. Creernos más listos que los demás nos lleva a cometer actos impulsivos y a no razonar demasiado, lo que pone en grave riesgo nuestra estabilidad financiera. Tomarse tiempo para analizar al detalle cada una de las opciones que tenemos a nuestra disposición para optimizar nuestro ahorro es clave para disfrutar de unos rendimientos de calidad en el futuro. Nunca hay que precipitarse. Aquellos que reflexionan y se esfuerzan, como la tortuga, son los que tienen más opciones de alcanzar el éxito.

La cigarra y la hormiga

La cigarra pasaba el verano tumbada al sol, relajada y sin preocupaciones. Al mismo tiempo, la hormiga madrugaba y no paraba de trabajar, cargando alimento a su espalda con el fin de tener provisiones para cuando llegara el mal tiempo. Mientras la cigarra se pasaba el día sin hacer nada y se reía de la hormiga tachándola de exagerada, la hormiga miraba con desaprobación a la cigarra, diciéndola que pronto llegaría el invierno y que su holgazanería acabaría pasándole factura. La cigarra hacía oídos sordos hasta que una mañana el invierno llegó. Helada y con hambre, tocó la puerta de la hormiga pidiendo algo de comer, pero la hormiga le cerró la puerta y no la dejó entrar.

Moraleja

La planificación financiera es el secreto de una economía sana y la gran lección que nos enseña la hormiga. Tenemos que tomar las riendas y dejar atrás la ceguera financiera, diseñando un presupuesto en el que queden recogidos nuestros ingresos y nuestros gastos. Además, tenemos que construir un fondo de emergencias para estar cubiertos ante imprevistos. Después, tenemos que definir nuestro perfil de inversor, qué queremos conseguir y en cuánto tiempo. Solo de esta manera, siendo organizados y meticulosos, lograremos alejar las preocupaciones monetarias. Si no comenzamos a prestar atención a nuestro presente, pagaremos las consecuencias en el futuro. Es por ello que, cuando antes comencemos a trabajar nuestra relación con el ahorro y la inversión, mucho mejor. Llegará un punto en el que todo se gestionará casi de manera automática y comprenderemos que el sacrificio ha valido la pena.

El escorpión y la rana

Un escorpión se acercó a una rana que había a la orilla del río y le pidió que le llevara en su lomo para cruzarlo. La rana se mostró reticente, puesto que el escorpión no dudaría en clavarle su aguijón. El escorpión convenció a la rana diciéndole que, en caso de picarle, morirían los dos, puesto que ambos se ahogarían. La rana, tras meditarlo un momento, accedió al final. Cuando iban por la mitad del río, el escorpión clavó su aguijón en la rana que, sorprendida y antes de morir por el veneno, increpó al escorpión preguntándole por qué lo había hecho. El escorpión confesó que no hubiera podido evitarlo, ya que estaba en su naturaleza, así que ambas desaparecieron en el fondo del río.

Moraleja

La paciencia es fundamental cuando se trata de invertir, pero los seres humanos tendemos a buscar la satisfacción inmediata, y además, sin exponernos a ningún riesgo. Es nuestra naturaleza, por eso nos dejamos llevar por la sensación de vivir la vida al máximo, malgastando y sin tener muy claro qué pasará mañana. Este deseo por ganar mucho en poco tiempo nos hace presas fáciles de los chiringuitos financieros, y a veces arrastramos a ellos a familiares y amigos. Debemos recordar que esta pulsión por el derroche es incompatible con los productos financieros más seguros, pero pensados para el largo plazo, pues contienen mecanismos de penalización. Una cartera de inversión que asegure la jubilación contendrá activos que tratarán de evitar que nos envenenemos y nos ahoguemos.

La zorra y las uvas

Una zorra que paseaba por el bosque vio unos racimos de uvas maduras colgando de un árbol. La zorra trató de alcanzar las uvas con sus patas, pero dado que estaban tan altas, no fue posible. Luego, probó a saltar, pero tampoco dio resultado. Por último, cogió carrerilla e intentó saltar lo máximo posible, pero las uvas estaban muy lejos de su alcance. Tras varios intentos y completamente exhausta, se dio por vencida. Al irse del lugar, se percató de que un pájaro estuvo observándola todo el rato. Sintió mucha vergüenza y mintió al pájaro diciéndole que las uvas todavía estaban verdes, y que por eso desistía en su empeño.

Moraleja

Muchas personas se convencen a su mismas de que invertir es difícil. Algunas, al contrario que la zorra, ni siquiera lo intentan. Otras, tratan de informarse, pero al verse abrumadas, prefieren desistir y se repiten frases vacías como que la inversión no es para ellos, que es algo que solo hacen los ricos o que prefieren no complicarse la vida. En realidad, detrás de todas excusas lo que hay es miedo y orgullo. Tenemos la posibilidad de comer uvas, pero para llegar hasta ellas, tenemos que hacer un esfuerzo. Esta predisposición al autoengaño, que convierte en inalcanzable algo de lo que, en realidad, puede aprovecharse todo el mundo, nos condena a inmovilismo. Si no nos vemos capaces de hacerlo solos, siempre tendremos la opción de buscar ayuda profesional.