Uno de los mandamientos que todo inversor debe cumplir para tener éxito es el de la diversificación. Crear y mantener una cartera diversificada requiere esfuerzo y tiempo, pero la recompensa a esta dedicación es un equilibrio entre riesgo y rentabilidad capaz de generar importantes beneficios. La distribución de los diferentes activos es conocida como asset allocation y responde a una estrategia que tiene en cuenta aspectos como el perfil del inversor, sus objetivos y el horizonte temporal. Cualquier inversor primerizo debe estudiar al detalle lo que le ofrecen los diferentes productos y herramientas con el fin de diseñar una cartera que responda a sus intereses y haga crecer sus ahorros. El primer paso será la selección, luego habrá que combinarlos y por último, realizar cambios en su configuración a lo largo del tiempo, según se vaya ganando edad, conocimientos financieros o se produzcan cambios sustanciales en los ingresos que se perciben o en el proyecto de vida. Estos consejos propuestos por CIVISLEND te ayudarán a descifrar las claves de una buena diversificación.

  1. Prestar atención a los diferentes tipos de inversión

El catálogo de activos es amplísimo. Una cartera diversificada puede abarcar desde acciones y bonos hasta fondos y préstamos de crowdfunding, por ejemplo, aunque hay muchas más tipologías. Hay que partir de la base de la diferenciación entre dos categorías: renta fija y renta variable. Sus pesos deben armonizarse en función de nuestra tolerancia al riesgo. Los inversores más conservadores prefieren la fija, pero esta tampoco está exenta de darnos alguna sorpresa desagradable. Por otro lado, hay fondos de inversión que ya de por sí se presentan como un producto diversificado, dado que en su composición se combinan activos de renta fija y variable, e incluso, procedentes de países y sectores diferentes.

  1. Hay que diversificar dentro del propio sector

Todos los inversores saben que es fundamental no destinar todo su capital a una misma empresa, sino a varias. Pero lo que es igual de importante es que estas empresas no pertenezcan al mismo sector: energéticas, entidades financieras, construcción, inmobiliario, bienes de consumo, telecomunicaciones… Un simple vistazo al IBEX 35, el selectivo bursátil español, da una idea del extenso abanico al que se puede acceder al invertir en bolsa. Dentro del forex se opera con multitud de divisas, mientras que en materias primas podemos acceder a metales como el oro y la plata, pero también a otros básicos como el café o el trigo. Dentro del sector inmobiliario, no solo hay que pensar en comprar una casa. También están las SOCIMI o el crowdfunding inmobiliario.

  1. Diversificar geográficamente es esencial

Otro de los secretos para conseguir una gestión de riesgos apropiada es poner el foco en diferentes países. De nada sirve que combinemos sectores a la hora de comprar acciones si todas las empresas operan en la misma zona geográfica. Para equilibrar nuestra cartera, siempre es recomendable no centrarnos únicamente en España, sino mirar más allá de nuestras fronteras y aprovechar la rentabilidad que, por ejemplo, la deuda pública de otros países nos puede ofrecer o empresas cuya sede esté radicada allí. Aunque la inestabilidad política es un riesgo sistémico que escapa a nuestro control, estar pendiente de la actualidad de cada territorio nos puede servir para anticiparnos y deshacer posiciones a tiempo.

  1. Escoger inversiones que se conocen bien

Este consejo podría entrar en contradicción con el anterior. Lo cierto es que es una sugerencia aplicable, sobre todo, cuando se comienza a dar los primeros pasos en el mundo de la inversión. Cuando se posee un capital no demasiado alto, lo ideal es decantarse por inversiones con las que nos sentimos cómodos y que nos resulten familiares. Las empresas emergentes o startups son una alternativa muy atractiva, pero al principio hay que tratar de mirar hacia compañías consolidadas y fuertemente capitalizadas. No obstante, llegará un momento en el que abra que dar un paso más allá, pero empleando el sentido común, ya que podríamos caer en el error de sobrediversificar nuestra cartera, algo que tampoco juega a favor de nuestro bolsillo.

  1. Apostar por la descorrelación de activos

La descorrelación es otro de los pilares que definen a una cartera diversificada, que deberá contener inversiones cíclicas y anticíclicas, es decir, que se muevan en direcciones diferentes en función del comportamiento de los mercados o de la economía en general. Además de la descorrelación clásica entre renta fija y renta variable, debemos promover la descorrelación entre activos para que su comportamiento quede compensado entre sí. Una caída en el mercado de valores será menos peligrosa si contamos con capital dentro de activos refugio como el oro o la vivienda y no solo con acciones bursátiles.

  1. Huir de asignaciones idénticas entre activos

Otra de los equivocaciones que se suelen cometer es empeñarse en destinar a cada componente de la cartera el mismo capital. Sin duda, hay momentos en los que será más interesante invertir en unos sectores o en unos tipos de activos que en otros. Hay que ser consciente de las fortalezas de cada uno en función de la actualidad. No obstante, también es de lo más inteligente no dejarse llevar por las modas sin estudiar sus implicaciones a conciencia. Es mejor dejar pasar una oportunidad que dejarse vencer por la presión y realizar una inversión equivocada que pongan en serios aprietos nuestra situación financiera.

  1. Combinar activos con distintos grados de liquidez

Los inversores más conservadores se obsesionan con la liquidez, buscando de que todas sus inversiones permitan recuperar su dinero de forma casi inmediata. Paradójicamente, muchos de ellos destinan su ahorros a la compra de vivienda, precisamente, uno de los activos más ilíquidos que existen. Es importante no confundir volatilidad con disponibilidad. Los inmuebles son bienes con un valor patrimonial bastante estable, salvo en momentos de alta incertidumbre, al tiempo que para convertirse en efectivo necesitan un proceso que puede dilatarse varios meses. Por el contrario, las acciones son mucho más volátiles, pero más líquidas. En cualquier caso, esta mayor inmediatez a la hora de conseguir tesorería suele ir unida a comisiones que deberemos tener en cuenta.